julio 16, 2010

Cómo sabemos lo que se nos dice

Los métodos de comunicación entre los seres humanos es uno de los fenómenos más interesantes e inexplicables (en cuanto a sus inicios) que hayan surgido. Esto tanto en la forma de cómo se estableció un lenguaje o cómo lograron interpretarse entre ellos o, incluso, cómo se pusieron de acuerdo en qué significaba que sonido, gesto o grito. Lo único que podemos dar por seguro es que, no importa a que tribu, sociedad o raza se pertenecía, toda comunicación se basaba en la interpretación entre los miembros de una misma tribu, sociedad o raza. Hoy en día, todavía nos vemos envueltos en los problemas de la interpretación, sea tratando de determinar el significado de una palabra en particular o tratando de entender el contexto en el cual dialogamos. Cómo interpretamos lo que se nos dice o lo que decimos es un factor grande de cómo formamos lazos de comunicación y nos volvemos animales sociales. Pero no nos interesa acá explicar las bases de la comunicación ni dar razones antropológicas de cómo y por qué los seres humanos han formado vínculos tan complicados para formar grandes sociedades. Lo que nos interesa aquí es dar una idea de cómo funciona la interpretación y, más específicamente, cómo interpretamos las palabras de acuerdo al contexto en las cuales las hemos aprendido, las usamos y las escuchamos. Para esto, voy a usar tres elementos: (i) la máxima pragmática de C. S. Peirce para establecer cómo formamos una idea absoluta acerca de un significado o concepto; (ii) un artículo de Simon Baron-Cohen y John Swettenham acerca de mecanismos SAM y ToMM; y, (iii) usaré el Finnegans Wake de James Joyce, para dar diferentes ejemplos de interpretación de acuerdo a diversos contextos. Con estos tres elementos, busco demostrar que la interpretación se da a partir de un lenguaje personal (un diccionario mental personal), donde cada palabra, concepto o significado se amolda a nuestra forma de haber entendido o aprendido a usar una determinada palabra, concepto o significado.

Comencemos entonces por introducir la máxima pragmática de Peirce, que dice: “[c]onsider what effects, that might conceivably have practical bearings, we conceive the object of our conception to have. Then, our conception of these effects is the whole of our conception of the object.”[1] Si tenemos en mente los efectos prácticos de un objeto, formaremos un concepto de ese objeto en nuestra mente, el cual representará al objeto de manera absoluta (en nuestra mente). Todo objeto del cual poseamos conocimiento de sus elementos y funciones aparecerá de manera absoluta en nuestro pensamiento. Así, cuando pienso en una silla, la ‘silla’, en cuanto objeto, aparecerá en mi mente en tanto las propiedades que yo le atribuyo. Pero, ¿qué tiene que ver esta máxima con el lenguaje? Pues, si cambiamos el objeto formado en nuestra mente por una palabra o significado, entonces, en teoría, toda palabra o significado que poseemos en nuestra mente es un concepto absoluto de esa misma palabra o significado; y este absoluto contendrá todos los significados, declinaciones, usos, contextos, etc., en los cuales puedo usar dicha palabra. Por ejemplo, si tengo en mente la palabra ‘libro’, la idea que formule acerca de la palabra ‘libro’ incluirá el significado de libro, los sinónimos, antónimos, contextos en que puedo usar dicha palabra, sus declinaciones, propiedades, tipos de libro, en fin. De igual manera, cuando aprendo lo que es un libro, aprendo todas sus propiedades, todo significado atribuido a libro, los contextos en los cuales puedo usar la palabra ‘libro’; aprendo a usar la palabra ‘libro’. Y así sucede para toda palabra que aprendamos, las cuales vamos añadiendo a nuestro diccionario mental personal. Aprender una palabra quiere decir aprender a interpretar dicha palabra, aprender a usarla, de acuerdo con el concepto que aprendí y formé en mi mente.

Por ejemplo, digamos que estoy manteniendo una conversación con otra persona, y ésta me dice: “Tengo un pato en el horno”. Deberé revisar todos los significados que tengo de cada palabra que me ha dicho, aplicarlas y adaptarlas para que se estructuren en base al contexto. En este caso, “pato” puede significar pato vivo, pato muerto, pato verde, pato silvestre, etc.; por lo que tendré que pensar “¿qué clase de pato será el que está en el horno? Si está en el horno puede estar cocinándose. Si está cocinándose, debe estar muerto.” Por lo tanto, el significado que he de atribuir a la palabra ‘pato’ en ésta oración será la de un pato muerto. Pero esto no solo ocurre con palabras. También ocurre con frases, especialmente en chistes (i.e. como el del hombre que fue al África a ‘casar’ elefantes) o en dichos (i.e. “put my foot in my mouth”).[2]

Cabría preguntar entonces, ¿cómo hacemos para entender a las demás personas? ¿Cómo nos comunicamos unos con otros? Es aquí donde entra la facultad de la meta-representación para apoyar a la interpretación. La meta-representación es una facultad que nos da acceso a la habilidad conocida como ‘mind-reading’. Esta nos permite predecir o, más bien, anticipar las posibles reacciones que una persona tendrá dentro de una determinada situación. El ejemplo más común de esta facultad es el test de la falsa creencia, utilizado en niños de 2 a 3 años para determinar en qué momento se activa esta facultad. En este experimento, por medio de dos títeres (A y B), dos cajas (1 y 2), y una canica, se determina la habilidad de los niños para atribuir creencias a otras personas o seres. Lo que sucede es lo siguiente: entra títere ‘A’ a la escena y coloca la canica en la caja 1. Se retira y, acto seguido, entra títere ‘B’, removiendo la canica de la caja 1 y colocándola en la caja 2. Títere ‘B’, entonces, sale de la escena, mientras que títere ‘A’ vuelve a entrar sin saber lo que ha ocurrido. Se le pregunta a los niños dónde buscará títere ‘A’ la canica. Los que aprueben el test dirán que títere ‘A’ buscará la canica en la caja 1, demostrando que poseen la facultad meta-representativa; y, los que desaprueben dirán que buscará la canica en la caja 2.

Esta facultad se investiga más en el artículo The relationship between SAM and ToMM: two hypotheses presentado por Simon Baron-Cohen y John Swettenham. Lo que estos dos señores postulan es que los niños, a partir de los nueve meses, empiezan a formular mecanismos de ‘mind-reading’ y empiezan a ejercer la facultad de la meta-representación. A partir de los nueve meses, los niños empiezan a formar un Shared Attention Mechanism (SAM) que es “a special purpose neurocognitive mechanism, the function of which is to identify if you and another organism are both attending to the same object or event.”[3] Lo que SAM determina es la formación de un mecanismo de triangulación en donde un niño observa o apunta a un objeto ‘x’ a raíz de ver a otra persona mirar o apuntar al mismo objeto ‘x’. En otras palabras, lo que se forma es una representación tríadica en donde se analiza la triangulación por medio del formato: “[Agent/Self-Relation-(Agent/Self-Relation)-‘Proposition’]”[4]. Entonces, un niño que ve a otra persona mirar una taza se formulará el pensamiento: “Yo veo a dicha persona ver una taza”. Sin embargo, este es un mecanismo previo al que nos interesa para esta exposición: el Theory of Mind Mechansim (ToMM). ToMM representa el desarrollo de la facultad de meta-representación en su grado más básico. Baron-Cohen y Swettenham sostienen que, a partir de los 2 años, los niños empezarán a entender estados mentales y, una vez alcanzado los tres años, formarán y atribuirán estados mentales a otras personas. Para alcanzar esto “ToMM employs ‘M-Representations’ which explicitly specify an agent’s informational relation towards a proposition.”[5] En este caso, el formato de triangulación toma otra forma en donde se percibe primero al Agent, luego el Attitude y, finalmente, la ‘Proposition’. Entonces, podemos decir, usando el ejemplo del párrafo anterior, que: Títere ‘A’ piensa que la canica está en la caja 1. Pero esto en cuanto a la atribución de estados mentales y actitudes a otras personas. Volviendo al tema de la interpretación, podemos ver que no necesariamente tenemos que usar el formato [Agent-Attitude-‘Proposition’] para describir estados mentales. También podemos usarlo para atribuir creencias de significado a otras personas. Usando un ejemplo presentado más arriba, si decimos que fuimos a cazar elefantes al África y nos responden que nunca han atendido a una bosa de elefantes, podemos formar la oración: [Yo creo que ‘ellos creen que ‘cazar’ significa contraer matrimonio’]

Podemos entonces adaptar la máxima pragmática de Peirce para atribuir nuestros significados o conceptos de palabras a otras personas, estableciendo que toda interpretación que hacemos se basa en nuestros propios significados o conceptos. Usando ToMM y la máxima pragmática de Peirce, podemos formular una teoría de la interpretación en donde nuestros significados personales son atribuidos a las palabras u oraciones que nos dicen otros. Cambiaremos el formato de [Agent-Attitude-‘Proposition’] y lo cambiaríamos por uno que exprese [Agent-Attitude-‘Meaning’]. ¿Qué sucede entonces? Pues lo siguiente. Retomemos el concepto que tenemos de ‘cazar’ y todos los significados que relacionamos a nuestro concepto en todos los contextos posibles. Este es nuestro concepto personal de lo que significa ‘cazar’. Viene entonces una persona ‘X’ y nos dice: ‘Yo me voy a cazar’. Sucede entonces que nosotros interpretamos lo dicho en el mismo formato de [Agent (Yo)-Attitude (me voy a)-‘Meaning’ (‘cazar’)]. Relacionamos, de acuerdo a este contexto todos los significados que tenemos de ‘cazar’ para corroborar que la palabra está siendo usada dentro de los parámetros y conceptos que hemos delimitado de cazar (i.e. cacería, matanza de animales, recolección de carne, etc.). La meta-representación en ToMM nos permite atribuir significados a frases, oraciones o palabras que leemos, escuchamos o escribimos de acuerdo a nuestro significado o concepto personal de cualquier palabra. Esto causaría que el mundo del lenguaje sea una mezcla de palabras y conceptos mediados por nuestro diccionario personal mental, con el cual nosotros atribuimos los significados de acuerdo con el contexto en el cual las palabras o conceptos se nos presentan. Se podría decir que usamos una especie de lenguaje personal para interpretar el mundo en relación a cómo aprendimos a interpretarlo. Hasta cierto punto esto nos puede hacer recordar a los conceptos de ‘verdad’ y ‘mentira’ en Über Wahrheit und Lüge de Nietzsche; sólo que en este caso hablamos del significado de manera extralingüística, en donde nosotros somos los que atribuimos los significados o definiciones a las palabras de manera personal.

Resumamos entonces lo que hemos visto hasta ahora. Tenemos la máxima pragmática de Peirce, modificada ésta para contener la definición de la palabra de manera absoluta. Ésta, a su vez, la hemos unida al Theory of Mind Mechanism de Baron-Cohen y Swettenham para formular una meta-representación en donde hemos cambiado la atribución de estados mentales a otros por creencias de qué quieren decir cuando usan una palabra u otra, anticipando creencias de significado. Esto nos lleva a postular que la interpretación se forma a raíz personal, por medio de cómo nosotros hemos aprendido o entendido una palabra o significado. En otras palabras, la interpretación se basa en nuestro análisis de lo que otros dicen, y cómo lo que dicen se refleja en nuestro lenguaje personal. Nosotros, de manera personal, somos los que formulamos que es lo que se está diciendo, escribiendo, escuchando y leyendo. Y, curiosamente, está interpretación no se restringe a una sola lengua sino puede darse a lo largo de varias. Lo que quiero decir es que, podemos decir o escribir algo que puede ser interpretado de diversas maneras por hablantes de diversas lenguas. Aquí es donde introducimos al señor Joyce.

El Finnegans Wake o, como es conocido por muchos lectores, la novela de ‘puns and riddles’, es famoso por ser, prácticamente, el test Rorschach de la literatura. Cada lector le da un significado diferente a lo que Joyce escribió, por lo que, no se sabe que quiso decir realmente (si es que quiso decir algo). Para este trabajo, utilizaré tres oraciones del texto. La primera (y la más sencilla), cito, es: “One eyegonblack”[6]. Por muy simple que parezca esta frase, tenemos que recalcar que contiene, al menos, tres posibles significados. Separando las palabras, puedo leer ‘one eye gone black’. Usando el concepto absoluto de las palabras que tengo y ToMM, puedo interpretar que Joyce quiere decir que ‘un ojo se oscureció’; y, si interpreto ‘black’ no solo como posible sinónimo de ‘oscurecer’, ‘negrear’; sino, también como ‘cerrar’, puedo interpretar que la frase significa que el personaje ‘guiño el ojo’. Asimismo, también puedo interpretarlo como ‘one eye one black’, en este caso interpretando ‘black’ como negro o, en otras palabras, golpeado, queriendo decir entonces que al personaje lo habían golpeado en el ojo. Pero esta frase no se detiene en el inglés. En el prólogo del texto, se hace la siguiente interpretación: “it is a request by one speaker for the other to wait a moment (German, Ein Augenblick, “one moment,” literally “one eyeblink”)”[7]. En este caso, tendríamos que tener un diccionario alemán mental para poder comprender y dar ésta interpretación. Podemos ver entonces que en esta frase, ‘black’ a tomado diversos significados e incluso la frase misma a tomado un significado en una lengua extranjera, la cual hemos tenido que corroborar con nuestro diccionario mental y usar ToMM para decidir cuál de estas tres interpretaciones se asemeja más a lo que Joyce quiso decir.

Pero, aparecen otros juegos de lenguaje involucrando el latín en donde “Burrus y Caseus” intentan derrocar a la ensalada César. En este caso, se necesita de un diccionario mental familiarizado con el latín y los productos lácteos, a la vez que una habilidad para los juegos de palabra como el ejemplo de ‘casar’ y ‘cazar’. Dentro del pasaje 161.15-166.02[8], se indica la historia de Burrus y Caseus (“Latin for “butter” and “cheese”[9]) y su complot para derrocar a la ensalada. ¿Ya han logrado interpretar esto? A la vez que Joyce hace un juego de palabras con mantequilla, queso y las ensaladas; también habla de Bruto y Casio, y el plan para asesinar a Julio [ensalada] César. Aquí, usando ToMM, podemos pensar que, efectivamente, creemos que ‘burrus’ significa mantequilla y ‘caseus’ es queso. Pero, si uno sabe latín y mantiene un conocimiento básico acerca de la historia de Roma, podría haber anticipado que ‘burrus’ se refería a Bruto y ‘caseus’ a Casio. Hasta ahora, esto demuestra que, necesariamente, la interpretación se basa en los conceptos o significados personales que tiene uno.

Pero para poder interpretar significados tan complicados y, hasta cierto punto, ocultos como los presentados por Joyce, debemos tener un absoluto de cada palabra mucho mayor para poder incluir en su definición conceptos relacionados al latín o alemán. Pero, obviando esto último, las interpretaciones dadas dentro de un mismo lenguaje prueban incluir el significado de la palabra de manera absoluta, permitiendo que el autor de la interpretación sea yo (el lector) y no el autor de la novela el que decida que quiere decir o cómo quiere que lo interpreten. Lo mismo pasa con Rayuela de Julio Cortázar, donde es el lector el que decide como interpretar y llevar a cabo la lectura de la novela y no el autor de la novela. Se puede ver entonces que, dentro de esta teoría de la interpretación, hay espacio para el concepto de lector in fabula que postula Umberto Eco, dónde es el lector quien decide cómo llevar a cabo la lectura de la obra. Pero para poder alcanzar esto, necesitamos de la máxima peirciana para hacernos de los conceptos absolutos o definiciones absolutas de las palabras y de ToMM para poder aplicar nuestras definiciones personales a lo que otros nos intentan decir. Sucede, pues, que cada individuo es personalmente responsable de entablar comunicación por medio de la interpretación. Por eso, cuando alguien no se hace entender, no se debe a que está hablando o comunicándose erróneamente. Significa que no lo entendemos porque nosotros no podemos aplicar nuestros significados personales a lo que dice porque no encontramos la manera más coherente o factible de organizar las palabras que nos son dichas.

Veamos el último ejemplo del Finnegans Wake. “All the vitalmines is beginning to sozzle in chewn and the hormonies to clingleclangle, fudgem, kates and eaps and naboc and erics and oinnos on kingclud and xoxxoxo and xooxox xxoxoxxoxxx…”[10] Joyce, en este caso, no se hace entender. Se requiere un conocimiento específico de lo que quiere decir para poder siquiera aplicar ToMM aquí. No se entiende porque nosotros no podemos descifrar o hacer sentido de lo que dice. No es parte de ningún absoluto encontrado en nuestro diccionario mental. Ahora, para una persona familiarizada con la cocina y jerga irlandesa, fácilmente puede hacer sentido de la última parte de la oración, descifrando “steak and peas and bacon and rices and onions on duckling and cabbage and boiled protestants”[11]. Hablo de cocina porque, obviamente se está hablando de los ingredientes de una cacerola; y jerga ya que ‘protestants’ es otra forma de decir papas (burlándose de la muerte en la hoguera de protestantes durante la inquisición del Medioevo).

Vemos, entonces, que hay significados demasiado específicos para ser contenidos dentro de la definición o concepto absoluto que tenemos de la palabra. Por ende, si no tenemos la palabra de manera absoluta en nuestra mente, no podemos usar el ToMM, no podemos atribuir significados por medio de la meta-representación porque no sabemos que exactamente se quiere decir. Esto es lo que ocurre cuando nos desentendemos con otra persona. Su definición de una palabra no se conecta de manera alguna a nuestra definición de la misma palabra, por lo que, no podemos interpretarlo y nos quedamos incomunicados. Entonces, no es que podamos recurrir a la máxima pragmática o la meta-representación de manera independiente. Necesitamos, es necesario, que se dé la primera para que podamos acceder a la segunda. Sin un concepto o definición absoluta de la palabra, no podemos usarla para atribuir creencia de significado a otras personas.

El tema de la interpretación es uno difícil de solucionar. Lo que he propuesto no es una solución a los problemas de la interpretación, sino un mecanismo por el cual podríamos dar con la respuesta de cómo se llega a interpretar el lenguaje y cómo esta interpretación se da a escala personal. Necesitamos saber usar las palabras que poseemos en nuestro diccionario mental. Necesitamos saber que queremos decir cuando las usamos, cómo debemos usarlas y en que contexto las vamos a encontrar. Una vez conocido esto, sabremos usar las palabras de nuestro diccionario mental para lograr entablar una conversación con otra persona y, finalmente, interpretarla, aunque sea bajo nuestros propios términos.

En el análisis final, vemos que la máxima pragmática de Peirce puede ser adaptada para referirse al lenguaje en términos de concepto, significado y palabra absoluta. Usando la máxima, aprendemos y aprehendemos significados y definiciones para formar y expandir nuestro diccionario mental. Una vez adquirido este diccionario y, tomando en cuenta el Theory of Mind Mechanism de Baron-Cohen y Swettenham, podemos empezar a atribuir creencias de significado a otros y, de esta manera, interpretar lo que se nos dice, lo que se nos lee, lo que leemos y lo que oímos. No se puede dar el caso en donde solo tengamos ToMM e interpretemos a otras personas sin poseer un diccionario mental. Necesariamente se da primero el diccionario mental y luego el ToMM para poder interpretar. Aún así, si no poseemos conocimiento o noción alguna de una palabra o significado o, inclusive, se nos da una palabra conocida en un contexto desconocido, no seremos capaces de interpretar lo que se nos está diciendo. En conclusión, para poder interpretar a las personas y formar relaciones de comunicación, necesitamos poseer un diccionario mental que contenga toda palabra que sabemos usar y ser capaces de anticipar y atribuir nuestros significados a las palabras que nos emiten otros. Sin un conocimiento de las palabras que usamos y sin la meta-representación, sería bien difícil (por no decir imposible) entablar un lenguaje o conversación y sería mucho más difícil interpretar lo que se nos quiere decir. La interpretación se da siempre bajo nuestros términos.



[1] Peirce, Charles S. – How to Make Our Ideas Clear - http://www.peirce.org/writings/p119.html

[2] El primer ejemplo es un chiste en donde el oyente confunde la palabra ‘cazar’, de cacería con ‘casar’, de casamiento; produciendo una confusión en el oyente al no saber cómo interpretar la palabra. El segundo ejemplo (“metí la pata), en inglés produce una confusión debido a que el oyente puede imaginar que, literalmente, el hablante metió su pie dentro de su boca, cuando éste quiere decir que dijo algo que no debió. Estás dos representan falacias de equívocos.

[3] CARRUTHERS, Peter and Peter K. Smith (Editors) – Theories of Theories of Mind, Cambridge University Press, 1996, Cambridge, UK, pág 159

[4] Ibid, pág. 161

[5] Ibíd. Pág. 162

[6] JOYCE, James – Finnegans Wake, Penguin Books, 1999, New York, New York, USA, pág. 16

[7] Ibid., pág XV

[8] Esta es la forma de citar pasajes dentro del Finnegans Wake indicando página y línea, de acuerdo con la primera edición del texto publicado en 1939.

[9] Ibíd. pág. XI (ver nota 2)

[10] Ibíd. Pág 456

[11] Ibíd. Pág. X (Cf. con 10)