agosto 19, 2010

Sobre la moralidad, el destino y el control que creemos tener sobre ellos

La tercera antinomia de Kant dice:
Tesis: En el mundo no solo actuan causas físicas sino también, al mismo tiempo, causas libres.
Antítesis: En el mundo no hay nada que no suceda por causas físicas anteriores.

Empecemos por la antítesis. Toda causa en el mundo, todo evento, toda ocurrencia tiene una causa. Es la relación más vieja que conocemos, la relación de causalidad. Si yo pateo una pelota, la pelota se moverá. Si uno pisa el acelerador de un carro, el carro avanzará. Si bebo cantidades inimaginables de alcohol, en algún momento me emborracharé.
La otra cara de la moneda nos dice que dentro de esta compleja relación causa-efecto, tenemos cierto grado de control, sea libre albedrío, decisiones que creemos tomar o incluso sujetos a nuestras emociones. En este caso tenemos un rol activo dentro del complejo mundo de la causalidad.
Con esto, Kant trata de explicar los diferentes niveles de la moralidad. Qué tan responsables podemos ser dentro de las acciones que se emprenden dentro del mundo. Una especia de teoría del caos o efecto mariposa, pero a corto plazo. ¿Cómo saber si, efectivamente, algo que hago puede afectar otra acción que ocurra en otro lado? Bien podría abrir una lata de frejoles y por eso la bolsa de valores se va al retrete (no que no esté ahí).
No obstante, esto crea un sentido de culpa en algún lado de la ecuación. Todo o algo siempre tiene que ser responsable. Sea una mera acción, un complejo pensamiento, químicos dentro del cerebro afectados por toxinas en el aire y llevados a cabo por impulsos eléctricos. Algo físico afecta nuestra relación con la causalidad. Algo crea ese sentido de libero arbitrio que creemos tener.
Cojamos la tesis. Cojamos la ética de Spinoza, el fisicalismo de Diderot y todas las investigaciones de los siglos XX y XXI que nos han brindado las neuro-ciencias. El mundo puede ser un conjunto de causas y efectos físicos sin necesidad del libre albedrío. No hay nada en la tesis de Kant que nos indica que es contra natura, como indica Tugenhardt. Creer en causas físicas como causas del libre albedrío es creer en un llamado al escepticismo, un llamado a la amoralidad, un llamado a creer que no somos más que seres condicionados por nuestro medio ambiente.
Todo efecto. Todo acto. Toda consecuencia. Todos son resultados de químicos, toxinas, impulsos eléctricos, el cambio del viento, la puesta del sol. Toda relación causa-efecto es el resultado de una programación siendo ejecutada, una ecuación matemática siendo llevada a cabo. Un algoritmo sin fin que se va balanceando. En cierto modo, vivimos en un universo matemático en el cual no tenemos control, no tenemos juicio moral. Lo único que tenemos es una ilusión de control, una idea de moralidad, una noción de libre albedrio. Todos estos componentes son parte de esta compleja ecuación, de este destino y de esta vida.
Estamos absueltos de todo acto que cometemos.

agosto 16, 2010

El carpe diem según Joyce

Carpe: 3ra persona singular del verbo en latín carpo del cual sacamos gozar, aprovechar, recoger, coger.
Diem: acusativo singluar de dies o, en español, día.
Carpe diem - goza el día o aprovecha el día. En la película La club de los poetas muertos, Robin Williams nos introduce esta frase. Nos deja mucho que pensar. Mucho que reflexionar. Más que nada, nos trae a mente todo lo que tenemos que hacer. Vivir un día a la vez es una tarea muy pesada, muy complicada de llevar a cabo y, cada cierto tiempo, una de las más satisfactorias. ¿Qué cosas seríamos capaces de lograr si tan solo nos quedase un día? ¿Cuáles serían los logros de la humanidad si tuviesemos tan solo un día? Y, citando a la madre Teresa de Calcutta, "qué mejor día que el de hoy".
Pero de todos los días, hay uno que recuerdo con mucha alegría, lleno de intrigas, risas, peleas, burlas, odio, borracheras, acertijos, debates y sexualidad. El 16 de junio. Qué mejor día para marcar los inicios del invierno meláncolico de Lima (o los inicios del verano en el hemisferio norte), y que mejor día para celebrar un hito de la literatura. El Ulises de Joyce nos da, hasta cierto punto, una verdadera definición del significado de carpe diem. Un día en el que todo es posible. Llorar, celebrar, preocuparse, emborracharse, trabajar, ser odiado, ser respetado, llenarse de dudas (y luego aclararlas).
La mayor obra de Joyce nos llena de las diferentes horas de Leopold Bloom, desde las 0800 horas hasta las 0200 horas del día siguiente, llevándonos por todas las fases de lo que es Dublín (e Irlanda) a inicios del siglo XX. En un día en donde se pregunta Bloom como pasar de un lado de la ciudad a otro sin toparse con un bar, todo parece posible. Y no solo dentro de la obra, sino dentro de la mente del lector, el famos lector in fabula de Umberto Eco, el cual nos permite crear nuestra propia imagen acerca de lo que transcurre dentro del Ulises.
En Sueños reales, Alonso Cueto escribe que el Ulises "es un libro que nunca termina y que realmente nunca ha empezado, que se lee desde el comienzo hasta el final pero también desde el medio, desde el final, desde todos lados, desde siempre, un libro que hizo de ese día, todos y cada uno." (2008, pág. 78). Joyce nos ha brindado la inmortalidad de un día. Nos ha demostrado que todo es posible en un día, no importa por donde empezemos y donde acabemos. Lo importante es qué hacemos y cómo lo hacemos.
Carpe diem. Aprovecha el día. Brindemos. Lloremos. Peleemos. Tomemos y completemos retos. Personalmente, buscaré cruzar Dublín de un lado de la ciudad al otro topándome con todos los bares posibles (me resulta más fácil y divertido que el problema propuesto por Joyce).