octubre 21, 2009
Sin título
Moriré rodead de paredes blancas, entre sabanas limpias, dentro de la habitación 321. Mientras contemplo mis últimos minutos, siento la impeculiaridad de la situación. Una nefasta enfermedad me obliga a echarme a escuchar el electrónico latido que produce mi corazón. ¿Cómo llegué a estar solo? Esta es la única y constante pregunta que rodea mi mente próxima a estar difunta. Muerto estoy, pero pronto cesaré de existir.
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